Morir para volver a nacer


La noticia llega como una bomba en el periódico. Atrás dejamos las secciones política y económica; atrás queda el mundo por un instante frente a ese rostro de arrugas y bigote blanquecino que aparece en una fotografía y que nos recuerda que poco había aparecido en los matutinos porque su vida era de letras enteras.
Hay personas, estoy convencido de ello, que se mueren para volver a nacer. Hay personas que trascendieron tanto que no se les permite fallecer y que, a modo de consuelo, solamente le está permitido dejar descansando a un cuerpo que ya no les pertenece. Son esas mismas personas las que, sin saberlo, se han construido su propia inmortalidad.
Hoy, seguramente, serán más los que hablen de él que los que lo hayan leído. Hoy, nuevamente, sus escritos estarán plasmados en páginas de periódicos que necesitaron que se muera para darle un espacio. Así de injusto es el mundo y así de valiente es el artista que desafía al destino y arremete contra la tradición vulgar de vivir dando espacio a lo intrascendente.
La tristeza que inunda el alma se exclama en la mirada. La pena es una gota emergiendo de los ojos y la frustración ante la pérdida se consuela, o al menos debería hacerlo, pensando que, hoy, Mario Benedetti ha vuelto a nacer.

No hay comentarios: